VOTA, VOTA, MI PELOTA
Era época de elecciones...
En Hispalista ya hacía tiempo que se había instaurado la democracia,
aun permaneciendo, con cierta hegemonía diplomática, una monarquía; con su rey,
su reina, alfiles enchufados, torres palaciegas, caballos… y peones
pelotilleros.
Cada cuatro años, como rezan parámetros democráticos y constituciones
varias, se convocaba un referéndum, se organizaban los colegios electorales y
se preparaban las papeletas con las candidaturas.
Aquel año en concreto, corrían nuevos aires por el país; aires de
frescura y honradez política, e incluso se rumoreaban cambios y nuevos rumbos
hacia la esperanza y la igualdad social. Hispalista parecía casi ser eso:
lista.
Las campañas electorales hablaban en sus propagandas de eliminación de
la corrupción, soluciones para el paro, trabajo digno para todos y pobreza
cero. Así que llegada la fecha señalada, los políticos salieron a la calle, con
sus coches negros y sus trajes caros, con sus señoras florero de la mano.
También salieron los altos gerifaltes del capitalismo y sus acólitos:
Banqueros, empresarios de diversos pelajes, altos directivos egoístas y
lameculos. A ellos se fueron sumando otros representantes de importantes
estamentos: Clero pedófilo, policía vendida, cargos militares arcaicos... y, cómo
no, nobles residuales. Incluso también salió a votar algún representante de
mafias extranjeras con “legalizada” nacionalidad hispalistense. Todos,
convencidos y decididos, en total harmonía, fueron llenando los locales
designados en ese día decisivo en el que se decidía, válgame la redundancia, el
orden que tomaría el país.
Las papeletas de colores llenaron las urnas sin dilación. No había
muchas a elegir, solo dos. Y a eso de las tres de la tarde, ya no quedaba nadie
por ejercer su derecho a voto. Los votantes no eran muchos comparados con los
millones de candidatos a elegir,
condensados en aquellas dos papeletas: La roja y la marrón...
De nuevo se hacía historia... O debería decir: de nuevo se repetía la
historia…
Por la noche, acabado el escrutinio de votos, en los medios de
comunicación “habituales”, se fueron dando los resultados de las elecciones de
Hispalista; país demócrata como no lo había en toda la Comunidad Euromierdera.
En el referéndum para elegir el pueblo que iba a ser gobernado, ganaba por inmensa
mayoría la papeleta marrón, la del el PSIA (Población Sumisa, Ignorante y Aborregada),
frente a un triste cinco por ciento de su contrario: el PEIC (Población Excesivamente
Inteligente y Crítica).
Al día siguiente los votantes celebraban felices el resultado... Y de
forma inmediata, hacían el pedido de toneladas de vaselina con sus tarjetas
opacas.
Moralejalita: Un pueblo unido, orgulloso y alerta... Siempre puede
cambiar su destino…
¡Cambiémoslo cojones!