Dedicado a Leonard Nimoy, un artista polifacético
Un señor Spock desorientado y perplejo
ante la emoción exacerbada del prójimo,
dudando si la lógica de su lejana patria
vulcaniana, fría y eficiente,
no será una corriente mental
condicionada,
por una sectaria filosofía trasnochada y
deficiente.
Un niño de Marte destetado antes de tiempo;
sacado de su cuna de arena roja compuesta de
sílice;
sometido a respirar en una atmosfera
en exceso oxigenada y a jugar, sin parámetros
comprensibles,
en un desconocido jardín de infancia,
donde ser extraterrestre, es un puñetero
óbice.
Un preso a veces a la fuerza y a veces
voluntario,
que ante su condena siente emociones
a menudo discordantes;
sentadas en un columpio que de un extremo a
otro oscila,
entre tristeza, comodidad e incluso ira,
y haciendo de la voluntad, un plan de escape
inoperante.
Un monje que reniega del bullicio y de
placeres terrenales;
que evita asustadizo el contacto con los
otros;
que recela de los credos derivados de lo
hipócrita y lo dominante
pero que, sin embargo, desearía que un padre
celestial lo liberase...
de responsabilidades en la
Tierra...
de crucifixiones trascendentes...
Un selenita que se altera cuando luce luna
llena,
como si padeciera ataques crónicos de
licantropía.
Que en cada estación del año usa una careta
con una mueca distinta...
y que sueña... con huir una noche a
tocar
ese queso gruyere, que impertérrito,
entre las distantes estrellas brilla.
Un loco convencido de lo racional de su
locura,
que reivindica que la enfermedad psiquiátrica
la padece el resto del mundo;
y al que no le importaría entrar en un estado
catatónico
con tal de no moverse... de su onírico paraíso
meditabundo.
Un naufrago en una isleta entre el asfalto,
que perdió el gusto y la esperanza de lanzar
mensajes en botellas;
que malgasta su tiempo pescando peces en
océanos virtuales,
y fantasea con rescates imposibles,
realizados por cariñosas y mitológicas
sirenas.
Un psicópata que se horroriza de sí mismo;
que planifica asesinatos utilizando afilados
poemas.
Que si alguna vez mató de verdad, fue sin
conciencia...
porque una hormiga despistada se metió,
sin meditarlo mucho, bajo su suela.
Un tonto leyendo cuanto avanza la
modernísima ciencia;
creyendo saber un poco de todo y poseer una
dilatada experiencia...
Pero al que en realidad, cualquier hijo de
vecino hábil en la tarea de vivir,
le mete un dedo en el ano, sin vaselina...
y le da vueltas...
Un renegado en contra de todo y de todos,
haciéndose fuerte en su postura, sin apenas
fuerzas...
desahogándose en mítines que solo escuchan
sordas e indiferentes orejas...
y escondiendo el rabo...
cuando en plena revolución,
las guillotinas chasquean, separando de los
cuerpos las cabezas.
Un Romeo de romanticismo reservado,
que espía desde lejos a las "Julietas",
lamentándose quejumbroso de que no comprende
el amor...
y que nunca le salen bien los ramos de
flores...
ni las tretas...
Pues es mucho lo que duele el corazón...
Y es casi mejor dejar la libido quieta.
Un fauno recalcitrante a ratos desatado,
persiguiendo ninfas de vaginas afeitadas y
perfectas...
De esas que incitan con posturas ensayadas y
dispuestas...
Y a las que se les hace gozar con un
simple botón de play,
y que no te recriminan que tú ya te
hayas ido...
cuando ellas ni siquiera han entrado por la
puerta.
Un don nadie entre millones de ejemplares
en un censo de ovejas.
Un ínfimo dato estadístico que, por sí solo,
no tiene valor cuantificable.
Una mínima pieza de una maquinaria
diabólicamente compleja, que es desechable y a
la misma no afecta.
Un hijo del consumo que será útil mientras le
quede sangre que extraerle de las venas.
Un aborto fallido por no haberlo asfixiado con
las piernas...
que a veces se pregunta por qué el destino es
tan cabrón...
o tan inútil... jugando con torpeza a la
ruleta...
Un genio a veces lucido resolviendo ecuaciones
de su alma;
haciendo descubrimientos masturbatorios e irrelevantes;
inventando ingenios que para la humanidad
nunca serán útiles ni interesantes...
y que bajo el diploma de su incultura,
nunca dará conferencias, ni lecciones magistrales...
Un infeliz, convencido de que la felicidad no
existe,
que reír o llorar solo son actos antagónicos
de la musculatura del espíritu,
respuestas automáticas hacia externos
estímulos...
que nos hacen funcionar mal o bien...
avanzando unas veces de cara...
y otras de culo...
Un creyente que no cree en nada pero que, a
veces cree según le convenga...
Que cree que tener fe es muy sano pero que en
exceso te enferma.
Un crédulo incrédulo, fácil de tomarle el
pelo...
porque puestos a dejarse llevar y creer,
siempre le surge el inocente que lleva dentro.
Un hombre... en el sentido más efímero e
insignificante del termino...
que desaparecerá en un pestañeo del universo;
que su única aspiración tan solo es vivir sin
duda ni miedo...
y tal vez entender la maravilla y el honor...
de tener la capacidad de cuestionarse todo
esto...