viernes, 5 de agosto de 2016

SPOCK


Dedicado a Leonard Nimoy, un artista polifacético


Un señor Spock desorientado y perplejo
ante la emoción exacerbada del prójimo,  
dudando si la lógica de su lejana patria vulcaniana, fría y eficiente, 
no será una corriente mental condicionada,  
por una sectaria filosofía trasnochada  y deficiente. 

Un niño de Marte destetado antes de tiempo; 
sacado de su cuna de arena roja compuesta de sílice; 
sometido a respirar en una atmosfera 
en exceso oxigenada y a jugar, sin parámetros comprensibles,
en un desconocido jardín de infancia, 
donde ser extraterrestre, es un puñetero óbice.  

Un preso  a veces a la fuerza y a veces voluntario, 
que ante su condena siente emociones 
a menudo discordantes; 
sentadas en un columpio que de un extremo a otro oscila, 
entre tristeza, comodidad e incluso ira, 
y haciendo de la voluntad, un plan de escape inoperante. 

Un monje que reniega del bullicio y de placeres terrenales; 
que evita asustadizo el contacto con los otros; 
que recela de los credos derivados de lo hipócrita y lo dominante  
pero que, sin embargo, desearía que un padre celestial lo liberase...  
de responsabilidades en la Tierra...   
de crucifixiones trascendentes... 

Un selenita que se altera cuando luce luna llena, 
como si padeciera ataques crónicos de licantropía. 
Que en cada estación del año usa una careta con una mueca distinta... 
y que sueña... con huir una noche  a tocar 
ese queso gruyere, que impertérrito,  entre las distantes estrellas brilla. 

Un loco convencido de lo racional de su locura, 
que reivindica que la enfermedad psiquiátrica la padece el resto del mundo; 
y al que no le importaría entrar en un estado catatónico  
con tal de no moverse... de su onírico paraíso meditabundo. 
  
Un naufrago en una isleta entre el asfalto, 
que perdió el gusto y la esperanza de lanzar mensajes en botellas; 
que malgasta su tiempo pescando peces en océanos virtuales, 
y fantasea con rescates imposibles, 
realizados por cariñosas y  mitológicas sirenas. 

Un psicópata que se horroriza de sí mismo; 
que planifica asesinatos utilizando afilados poemas. 
Que si alguna vez mató de verdad, fue sin conciencia... 
porque una hormiga despistada se metió, 
sin meditarlo mucho, bajo su suela. 

Un tonto leyendo  cuanto avanza la modernísima ciencia; 
creyendo saber un poco de todo y poseer una dilatada experiencia... 
Pero al que en realidad, cualquier hijo de vecino hábil en la tarea de vivir, 
le mete un dedo en el ano, sin vaselina... 
y le da vueltas... 

Un renegado en contra de todo y de todos, 
haciéndose fuerte en su postura, sin apenas fuerzas... 
desahogándose en mítines que solo escuchan sordas e indiferentes orejas... 
y escondiendo el rabo...  
cuando en plena revolución, 
las guillotinas chasquean, separando de los cuerpos las cabezas. 

Un Romeo de romanticismo reservado, 
que espía desde lejos a las "Julietas", 
lamentándose quejumbroso de que no comprende el amor... 
y que nunca le salen bien los ramos de flores...  
ni las tretas... 
Pues es mucho lo que duele el corazón... 
Y es casi  mejor dejar la libido quieta. 

Un fauno recalcitrante a ratos desatado, 
persiguiendo ninfas de vaginas afeitadas y perfectas... 
De esas que incitan con posturas ensayadas y dispuestas... 
Y  a las que se les hace gozar con un simple botón de play, 
y que no  te recriminan que tú ya te hayas ido... 
cuando ellas ni siquiera han entrado por la puerta. 

Un don nadie entre millones de  ejemplares en un censo de ovejas. 
Un ínfimo dato estadístico que, por sí solo, no tiene valor cuantificable. 
Una mínima pieza de una maquinaria 
diabólicamente compleja, que es desechable y a la misma no afecta. 
Un hijo del consumo que será útil mientras le quede sangre que extraerle de las venas. 
Un aborto fallido por no haberlo asfixiado con las piernas... 
que a veces se pregunta por qué el destino es tan cabrón... 
o tan inútil... jugando con torpeza a la ruleta... 

Un genio a veces lucido resolviendo ecuaciones de su alma; 
haciendo descubrimientos  masturbatorios  e irrelevantes; 
inventando ingenios que para la humanidad nunca serán útiles ni interesantes... 
y que bajo el diploma de su incultura, 
nunca dará conferencias, ni lecciones magistrales... 

Un infeliz, convencido de que la felicidad no existe, 
que reír o llorar solo son actos antagónicos de la musculatura del espíritu, 
respuestas automáticas hacia externos estímulos... 
que nos hacen funcionar mal o bien...  avanzando unas veces de cara...  
y otras de culo... 

Un creyente que no cree en nada pero que, a veces cree según le convenga... 
Que cree que tener fe es muy sano pero que en exceso te enferma. 
Un crédulo incrédulo, fácil de tomarle el pelo... 
porque puestos a dejarse llevar y creer, 
siempre le surge el inocente que lleva dentro. 

Un hombre... en el sentido más efímero e insignificante del termino... 
que desaparecerá en un pestañeo del universo; 
que su única aspiración tan solo es vivir sin duda ni miedo... 
y tal vez entender la maravilla y el honor... 
de tener la capacidad de cuestionarse todo esto...


No hay comentarios:

Publicar un comentario