martes, 13 de octubre de 2015

SABER SIN ENTENDER



Se sabía rendido, sin arraigo…
No podía evitar un sentimiento ficticio,
un sabor artificial, un vinculo falso.
Se sabía prisionero, sin voluntad…
El plano discurrir de los días
era una agonía contradictoria,
pues el tiempo pasaba veloz y tardo,
y la elección de desvíos, de alternativas,
se había convertido en tarea confusa,
un caminar por túneles sin salida.
Se sabía vacío, sin alma…
Manifestar rasgos de alegría
era actuar en una función repetida,
ser un comediante mediocre y manido
al que ya no estremece el teatro
ni la hipócrita función de estar vivo.
Se sabía absurdo, incomprendido…
poseedor de miles de ideas incongruentes
sin aplicación práctica, ni calidad admirable.
Un artista gandul, especializado en el desatino;
profesional de lo inoportuno o lo inútil.
Un aprendiz voraz pero turbado,
interesado en miles de ciencias sin destino.
Un maestro de nada sin colegas ni discípulos.
Se sabía enfermo, trastornado…
lo gritaba su cuerpo mudo en cada movimiento;
lo evidenciaba la sangre retenida
formando tarquín en sus miembros dormidos.
Se sabía viejo y cansado…
Una rama seca abandonada por la savia.
Una visión borrosa y carente de colores.
Un pensamiento recurrente de muerte,
una falta de fuerza, una desconfianza en la suerte.
Se sabía a veces muerto…
Era un asalto repentino y sin motivo.
Una bajada a los infiernos inmóviles,
el abismo de la nada, el hielo, lo impasible.
Sin embargo, nunca sabía el pretexto:
el por qué de su aferrarse a la existencia;
el por qué de inventar letanías para sí mismo.
Sabía de sus propias estafas,
sabía de sus cuentos chinos.
Sabía que engañarse no le curaba.
Sabía, que al menos le mantenía vivo.
Sabía… que no entendía nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario