Inducen a
error tus rosadas mejillas,
pues una
pena insalubre ocultan.
Vástago de
ogro, engulles sin medida
para paliar
tu tristeza y abandono,
como si la
felicidad se hallase ahí,
unida a todo
cuanto masticas.
El corazón
has envuelto en grasa
intentando
protegerlo de dolores.
Agasajándolo
con múltiples sabores
le haces olvidar
que fuerte lata.
Confundes tu
carencia espiritual
con rugidos
y hambre que se desatan,
y, tu
estomago, se vuelve fosa común
de ácidos,
gases y miasmas varias,
que deshacen
tu humanidad fútil,
engañando
con hartazgo la esperanza.
No te
importan ya juicios de otros,
ni a quien
tu presencia enamore
o distancie
más allá de tus ojos.
Eres mezcla
de sordera en entre pan,
que no
escucha consejos saludables,
y has
convertido en suicidio lento
lo que antes
era placer y alimento.
Vas a
comerte la aprensión por todo
lo sufrido y
lo desengañado de antes;
hasta que,
por fin, se quiebre silencioso
tu maltrecho
y reumático esqueleto,
aplastado
por el peso del desastre.
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