viernes, 31 de julio de 2020

De la misma forma

Siempre empieza de la misma forma

Primero baja la guardia y entra la sorpresa
Después invaden la emoción, la ilusión, una esperanza
Recuperas algo perdido,  la creencia
Y empiezas un viaje de redención
En él florece el romanticismo y la imaginación
Pero conforme abres las alas 
Pensando en el vuelo, que del suelo
Va elevar tu polvoriento corazón
Entonces... Es entonces…
Cuando tus ojos despiertan
Y ven entre las líneas el error
La equivocación de que la fortuna
Te bendiga de nuevo con el amor
Y a medida que se apaga la llama
Que creías por fin definitiva
En las cenizas solo queda
Un resto dolorido de ridículo
Y  te aprieta por dentro  
El triste compungido 
Que hace tiempo te acompaña
Tu viejo amigo de la sombra
Y el dolor...

La patética sombra del homicida v0.1

PROFESIONAL

Recordando un viejo relato de humor escatologico

 

Era un profesional; no de los caros, pero era eficiente; conocía bien el oficio. Le había resultado fácil entrar en el sarao de aquellos ricachos con unas credenciales falsas. Al pringado del camarero autentico que mandaba la ETT, para refuerzo del evento, lo había despachado fácilmente. Para hacer el encargo no necesitaba armas, se bastaba con sus manos, grandes, nudosas; unas tenazas implacables, fuertes y precisas. Era todo un logro ser un artista del estrangulamiento, en trabajos como aquel se evitaba problemas con los escáneres de seguridad. Al tipo que iba a aliviar lo había estudiado al dedillo: se cuidaba, tomaba fibra y su intestino funcionaba como un reloj, por lo que enseguida tuvo claro que su mejor opción para liquidarlo, era meterse en la fiesta y esperarlo en el wáter, unos treinta minutos,  antes de su cagada de las nueve y media. Estaba apostado en uno de los retretes al fondo a la derecha y fumaba un pitillo rubio con delectación. Miró la hora: veinte minutos todavía. Notó un pequeño retortijón de tripas, por lo que decidió ponerse a plantar un pino; le daba tiempo. Eran gajes del oficio de sicario: horarios de comida desajustados, comiendo bazofia de hoteles y pensiones. Luego estaba el estrés que producía su trabajo; así era que, o estaba estreñido varios días, o, como en aquel momento, se le descomponía el cuerpo. Se acordó de la vez en que, rompiéndole el cuello a un tío gordo, del esfuerzo se le escapo un sonoro pedo que olía a diablos. Había comido alubias picantes. Se empezó a partir el culo, no sabía si el tío aquel se murió de la presión de sus dedos en la glotis o del olor a mierda podrida.

Quince minutos. Sacó un bolígrafo del bolsillo y un sudoku tamaño mini que siempre llevaba para matar el rato y ejercitar la concentración. Apretó el ojete y se oyó un submarino caer al agua, “…ocho,…ocho, si aquí va un ocho”, una pedorreta, “…siete,…siete,…te cacé, aquí va un siete”. Sonó de pronto la puerta del servicio y unos pasos… “¡Mierda!”. Entreabrió sigilosamente unos milímetros la puerta del retrete y vio a su víctima mirándose en el espejo y acicalándose. “¡Joder!, este tío se ha adelantado diez minutos”, pedorreta. — ¡Salud amigo!—, oyó decir al otro lado de la puerta. Maldijo mentalmente en arameo y sin limpiarse el culo, se subió los pantalones a toda prisa. Con la precipitación se le cayó el bolígrafo y el sudoku al suelo, yendo a parar justo encima de unas gotas de orina amarillenta, — ¡…mecagüen todo!— Se puso los guantes de turno y avanzó con decisión pero de forma disimulada, para no espantar la presa. Se situó  al lado del tipo y se sorprendió al darse cuenta de que se estaba haciendo una raya de “farlopa”, — ¿…quiere un poco?— le dijo, — es buena—. “¡Vaya con el de la fibra!”, pensó, “…no es tan sano el cabrón”. — Sabe, ahora que me he “puesto”, voy yo a hacer un buen chocolate igual que usted; estas cenas de compromiso me ponen la tripa revolucionada—. — ¡Ajá! —, dijo; y esperó a que el tipo enfilara a una de las cabinas de “aflojar”. Miró si se movía la puerta principal del servicio y se deslizó detrás del tío. Antes de que este pudiera reaccionar, le había tapado la boca con la izquierda y ya lo atenazaba con la derecha, mientras con la pelvis lo empujaba hacia el retrete de manera cómica, como si le estuviese dando por el culo. El tío hacia esfuerzos por gritar y se empezó a poner morado. Se dio cuenta, de que con el estertor, se le habían aflojado los intestinos y el aire se inundo de un tufo a caca no precisamente de vaca. Apretó más fuerte para aligerar al “pavo” y consiguió también que se meara. Sintió entonces la nuez como se le rompía, y al individuo se le aflojaron las piernas, aguantándose en pie solo porque él lo sostenía del gaznate. Lo sentó en la taza, le echo la cabeza para atrás quitándole algunos pelos del rostro; parecía un lirio de lo morado que estaba. Sacó una pequeña cámara digital del bolsillo y le hizo una foto para mandársela al cliente por email. El muy retorcido quería una imagen del momento. Miró la pequeña pantalla para ver la foto: allí estaba, en pequeñito, el tipejo sentado en la taza con la cabeza hacia atrás y la jeta morada como si apretara para “jiñar”, “…espera”, “…le haré otra foto con el rollo de papel en la boca”, “¡já!”,  “…uno tiene derecho a tener un poco de humor en esta mierda de trabajo, ¿no?”.

Cogió el “boli” y el sudoku para no dejar nada en la escena del crimen. — ¡Mierda!, el cuadernillo de sudoku esta húmedo ¡qué asco! Se oyó otra vez la puerta de fuera y tronó una voz: — ¡Martínez! , ¿…qué pasa coño? ¿Terminas o qué? …te quiero presentar a Luis Fajo Depasta, a ver si cerramos negocio con él… —. “¡Joder!, ¿qué hago?”, pensó. Apretó el culo y soltó un ruidoso pedo. — Vale Martínez, caga tranquilo, pero no te demores y ven, te esperamos…

Con la fuerza para tirarse el cuesco, se le escapo también un poco de “mondongo”. Se cagó… ya puesto, también lo hizo en todos los muertos del capullo que había entrado. Cerró el pestillo de la cabina y trepó para salir por arriba, abandonando al fiambre en posición presenten armas. Al estirar la pierna para encaramarse al tablero separador, se le rompió el pantalón por la costura del culo, y tras el ¡ras!, siguió un ¡…prrrep!, en una suerte de percusión escatológica. — ¡Cojones, joder, hostia!, ¡pero que mierda de trabajo está resultando este! —

Salió de los servicios moviéndose teatralmente, con el trasero apalancado contra la pared, para que la gente no reparara en el roto y vieran encima el marrón. En su puta vida de matarife se había puesto tan rojo… Y no era de vergüenza ¿eh?, que era de ira.

Cuando por fin llegó a la puerta que llevaba a la calle, se encontró con un gorila trajeado que guardaba la salida, — ¿…ya te vas? — le preguntó… Hinchando los carrillos y rojo como un pimiento le dijo: — ¡…sah! …ya me voy; ha acabado mi turno, ya no hace falta tanto personal—, —…vale tío… que te vaya bien… y córtate un poco macho, que se te ha escapado un petardo con “zurraspa” y te debes haber cagado, ¡gorrino!, ¡…anda pírate!

Salió por fin al alivio de la rúe, poniéndose la mano derecha como parapeto para taparse el culo, y se fue como un diablo a buscar el “buga”. Se arrellanó soplando en el asiento del coche,  y le dio por pensar en que dirían sus iguales del gremio si se enterasen del circo. “¡Maldita sea! …me tengo que retirar, me estoy haciendo mayor y ya no estoy para esto”, pensó. Arrancó el auto y salió quemando ruedas.

Un olor a mierda se mezcló con el de  goma quemada inundando el ambiente.

 

jueves, 2 de julio de 2020

La patética sombra del homicida v0.0

La psicología del malo, del psicópata, es tristemente más sustanciosa que la del héroe buenazo a la hora de relatar; solo cuando el héroe carga encima un código malicioso de antihéroe o de canalla, se reviste de interés literario. Reconozcámoslo… ningún cuento que se precie, es entretenido sin la morbosidad del villano, porque es el fiel reflejo de la vida real. Todos sabemos que el mal existe, y aunque debe ser condenado por la justicia de forma implacable, verlo en una novela, en una película, o en un cuento, como un bicho atrapado en jaula segura, nos produce  una salivación malsanamente satisfactoria, y encontramos cierto atractivo en esos seres desalmados; tal vez… porque somos profundamente duales, y siempre hay un malo escondido en nuestros adentros. Es solo que sabemos controlarlo… amagar esa vileza humana que llevamos guardada en el desván prohibido al mundo.
 

… y la bestia, a veces da la cara liberada, mostrándose desvergonzada, apartando de un manotazo al soso de Jekyll y sus prejuicios morales.
Comienzo una pequeña serie de cuentos de malvados… Que nadie se me ofenda, ni se identifique, ni piense que hay retazos biográficos…  Puedo jurar, que soy como una hogaza de pan blanco… con algo de moho… pero pan al fin y al cabo…

Si consigo que los odiéis profundamente, habré triunfado…


EL PICADOR

No me gustan los viejos…  Con esa tez pálida de algunos. Sus arrugas; sobre todo las del cuello, que a muchos les confieren aspecto de tortuga. Los labios hundidos por la falta de dientes; o peor aún, su sonrisa artificial cuando llevan dentadura postiza. Joder, no me gustan nada… Son asquerosos, sus mohines, sus tics, sus temblores, sus venas azuladas en las manos o esas manchas pre-cáncer. Solo estar cerca de ellos me revuelve las tripas. Ese olor peculiar que tienen, como a moho o queso rancio. O directamente a meados o mierda, porque algunos usan pañales…. ¿Y qué decir de sus batallitas?... sus sabios consejos, sus frases manidas y repetidas mil veces, sus vaticinios agoreros: “ya te lo decía yo”…  Que estorbo…
Yo que soy un trabajador activo, joven, fuerte, amante de mi país hasta la medula, que hago deporte y cultivo mis músculos…  Que en definitiva soy pilar y sustento, con mi esfuerzo, de tanto vago, tanto inmigrante piojoso y tanto viejo de mierda…  ¡Estoy harto! Sí estoy harto de que de mi sueldo salga tanta aportación para toda esa gente que no produce…  Que son una puta carga para esta mi Patria.

Hace ya un mes, cuando empezaron a moverse noticias y decretos, cuando declararon estos hijos de la gran puta de rojos que se han colado en el gobierno, el estado de alarma, me encontré mal. No era fuerte lo que sentía, pero me costaba respirar y tenía unas decimas de fiebre. Por precaución llamé al 112 y me dijeron que permaneciera en casa, que si me sentía peor o la fiebre subía, volviera a llamar. Como aquello no me tranquilizó, llame a un amigo mío policía. Él me puso en contacto con un médico que conoce,  el cual le debe algún favor. El caso es que por unos y otros, siempre es bueno tener contactos, en la clínica privada donde trabaja este médico  me hicieron un test y varias pruebas. Hay que joderse…  di positivo en esta mierda de virus que anda. Me tuvieron allí unos días, pero como mi estado no era preocupante y no iba a peor, me mandaron a casa. 

La casa me comía… Sin ir al gimnasio a dar hostias al saco. O hostias al sparring del Kick Boxing…

Al cabo de una semana la poca fiebre que tenía remitió. La semana de encierro estuve al tanto de la información que circulaba en los medios. Joder que puto gallinero. Pero vamos, me empapé de cómo iba esto del virus de mierda, y que para tíos de genética bien depurada como yo, que se cuida el físico y saca pecho, esta estupidez de enfermedad era como coger una mona.  Así que empecé a salir de mi casa…
Esa tarde ya estuve haciendo flexiones y corriendo por el parque cerca de mi casa, me fatigaba un poco, pero nada importante.  
Un viejaco retaco, seco y más encorvado que un ocho, pasó a unos metros de donde hacía estiramientos. Se me quedó mirando por encima de la mascarilla y me increpó: … oye chaval, debes de llevar el bozalillo en la boca, que es obligatorio… Lo mandé a cagar por supuesto… 

Así que el viejo se fue murmurando chocheces…


Me incorporé de la última sentadilla  viendo como el abuelo patata se alejaba y entonces lo vi claro. Lo conocía de vista, y sabía que a aquellas horas pasaba por el parque a estirar rodillas atróficas.  Al día siguiente lo esperé  por una zona del parque poco transitada donde solía sentarse.  Fue fácil… me lo puso muy fácil… Miré que no venía nadie. El viejecillo se había bajado la mascarilla un rato porque se agobiaba. Solo tuve que toserle bien cerca de la cara…

A los cinco días vi como una ambulancia llegaba a su portal. A cuatro días más, vi a su hija y su nieta, salir de la finca con malas caras. La hija iba de negro… 
Sentí  por dentro una satisfacción enorme. Como cuando has cumplido un deber importante… Coño, así debía sentirse Batman… O mejor aún, ¡Hitler o Menguele!
Mi vida tenía un propósito claro ahora: la economía de la Patria se iba a descongestionar por mis huevos.  O por lo menos de momento mi barrio. Quizás intentase también con todos esos negros y moros que estaban infectando pisos por allí… Aunque fueran algunos más jóvenes quien sabe, esos mierdas no cuidan bien su salud… y ya puestos también los maricones… esos tienen sida todos, seguro  palman con esto mío.

Prepárate Piel de Toro, ha llegado tu picador…