jueves, 2 de julio de 2020

La patética sombra del homicida v0.0

La psicología del malo, del psicópata, es tristemente más sustanciosa que la del héroe buenazo a la hora de relatar; solo cuando el héroe carga encima un código malicioso de antihéroe o de canalla, se reviste de interés literario. Reconozcámoslo… ningún cuento que se precie, es entretenido sin la morbosidad del villano, porque es el fiel reflejo de la vida real. Todos sabemos que el mal existe, y aunque debe ser condenado por la justicia de forma implacable, verlo en una novela, en una película, o en un cuento, como un bicho atrapado en jaula segura, nos produce  una salivación malsanamente satisfactoria, y encontramos cierto atractivo en esos seres desalmados; tal vez… porque somos profundamente duales, y siempre hay un malo escondido en nuestros adentros. Es solo que sabemos controlarlo… amagar esa vileza humana que llevamos guardada en el desván prohibido al mundo.
 

… y la bestia, a veces da la cara liberada, mostrándose desvergonzada, apartando de un manotazo al soso de Jekyll y sus prejuicios morales.
Comienzo una pequeña serie de cuentos de malvados… Que nadie se me ofenda, ni se identifique, ni piense que hay retazos biográficos…  Puedo jurar, que soy como una hogaza de pan blanco… con algo de moho… pero pan al fin y al cabo…

Si consigo que los odiéis profundamente, habré triunfado…


EL PICADOR

No me gustan los viejos…  Con esa tez pálida de algunos. Sus arrugas; sobre todo las del cuello, que a muchos les confieren aspecto de tortuga. Los labios hundidos por la falta de dientes; o peor aún, su sonrisa artificial cuando llevan dentadura postiza. Joder, no me gustan nada… Son asquerosos, sus mohines, sus tics, sus temblores, sus venas azuladas en las manos o esas manchas pre-cáncer. Solo estar cerca de ellos me revuelve las tripas. Ese olor peculiar que tienen, como a moho o queso rancio. O directamente a meados o mierda, porque algunos usan pañales…. ¿Y qué decir de sus batallitas?... sus sabios consejos, sus frases manidas y repetidas mil veces, sus vaticinios agoreros: “ya te lo decía yo”…  Que estorbo…
Yo que soy un trabajador activo, joven, fuerte, amante de mi país hasta la medula, que hago deporte y cultivo mis músculos…  Que en definitiva soy pilar y sustento, con mi esfuerzo, de tanto vago, tanto inmigrante piojoso y tanto viejo de mierda…  ¡Estoy harto! Sí estoy harto de que de mi sueldo salga tanta aportación para toda esa gente que no produce…  Que son una puta carga para esta mi Patria.

Hace ya un mes, cuando empezaron a moverse noticias y decretos, cuando declararon estos hijos de la gran puta de rojos que se han colado en el gobierno, el estado de alarma, me encontré mal. No era fuerte lo que sentía, pero me costaba respirar y tenía unas decimas de fiebre. Por precaución llamé al 112 y me dijeron que permaneciera en casa, que si me sentía peor o la fiebre subía, volviera a llamar. Como aquello no me tranquilizó, llame a un amigo mío policía. Él me puso en contacto con un médico que conoce,  el cual le debe algún favor. El caso es que por unos y otros, siempre es bueno tener contactos, en la clínica privada donde trabaja este médico  me hicieron un test y varias pruebas. Hay que joderse…  di positivo en esta mierda de virus que anda. Me tuvieron allí unos días, pero como mi estado no era preocupante y no iba a peor, me mandaron a casa. 

La casa me comía… Sin ir al gimnasio a dar hostias al saco. O hostias al sparring del Kick Boxing…

Al cabo de una semana la poca fiebre que tenía remitió. La semana de encierro estuve al tanto de la información que circulaba en los medios. Joder que puto gallinero. Pero vamos, me empapé de cómo iba esto del virus de mierda, y que para tíos de genética bien depurada como yo, que se cuida el físico y saca pecho, esta estupidez de enfermedad era como coger una mona.  Así que empecé a salir de mi casa…
Esa tarde ya estuve haciendo flexiones y corriendo por el parque cerca de mi casa, me fatigaba un poco, pero nada importante.  
Un viejaco retaco, seco y más encorvado que un ocho, pasó a unos metros de donde hacía estiramientos. Se me quedó mirando por encima de la mascarilla y me increpó: … oye chaval, debes de llevar el bozalillo en la boca, que es obligatorio… Lo mandé a cagar por supuesto… 

Así que el viejo se fue murmurando chocheces…


Me incorporé de la última sentadilla  viendo como el abuelo patata se alejaba y entonces lo vi claro. Lo conocía de vista, y sabía que a aquellas horas pasaba por el parque a estirar rodillas atróficas.  Al día siguiente lo esperé  por una zona del parque poco transitada donde solía sentarse.  Fue fácil… me lo puso muy fácil… Miré que no venía nadie. El viejecillo se había bajado la mascarilla un rato porque se agobiaba. Solo tuve que toserle bien cerca de la cara…

A los cinco días vi como una ambulancia llegaba a su portal. A cuatro días más, vi a su hija y su nieta, salir de la finca con malas caras. La hija iba de negro… 
Sentí  por dentro una satisfacción enorme. Como cuando has cumplido un deber importante… Coño, así debía sentirse Batman… O mejor aún, ¡Hitler o Menguele!
Mi vida tenía un propósito claro ahora: la economía de la Patria se iba a descongestionar por mis huevos.  O por lo menos de momento mi barrio. Quizás intentase también con todos esos negros y moros que estaban infectando pisos por allí… Aunque fueran algunos más jóvenes quien sabe, esos mierdas no cuidan bien su salud… y ya puestos también los maricones… esos tienen sida todos, seguro  palman con esto mío.

Prepárate Piel de Toro, ha llegado tu picador…

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