lunes, 8 de septiembre de 2014

EL ARRASTRARSE



El sueño se ha tornado intermitente.
A Morfeo le crecen los enanos
en el circo de las pesadillas
y padece de urgencia urinaria.
Despertar es una tarea confusa y doliente,
pues el cuerpo, en su condición de apaleado crónico,
se queda inmóvil en el precipicio de la cama,
abandonado varios minutos por la mente,
la cual anda perdida en un vacio de la existencia
que tiene mucho que ver con el desencanto
y la falta absoluta de objetivos.
Aun así, se ponen en marcha los automatismos…
Dispositivos como: rutina y supervivencia,
muelles y válvulas que se activan solos
sin contar con el procesador central.
De repente se levanta de la cama
una forma patética que se mueve,
que camina, respira y a veces incluso habla;
que saluda con la mano al vecino de enfrente.
¿Pero es eso que vemos ocupado,
enredado en menesteres de homo sapiens,
un ente pluricelular lleno de vida?
No, es una pieza gastada,
funcionando con energía cinética.
Es el engranaje de una maquina monstruosa
corroída por su propia constitución y forma;
un  piñón, que ha dejado de ser excéntrico,
para agonizar encajado en una horma.
La misma vida te mata…
no la vida en si como capacidad,
esa te mata cuando toca,
si no la vida en la que te revuelcas,
ese barro para los cerdos,
la que tu creas y te crean…
Ser un muerto sin fe te deja sin paraíso;
así que lombriz, arrastrarte es lo que te queda.
Si no tiene sentido levantarte de la cama…
entonces púdrete en ella.


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