Con el
corazón reseco como la arena
y las manos
callosas de fríos desengaños,
has gritado
tu pena a todos los extraños.
Ya no
sangran sus besos secando tus babas;
a muerto su
cariño… cien veces… mil…
Tu no
supiste amarla y ella se llevo tu abril.
Te dejó en
el invierno del eterno infeliz.
Con el alma
tan negra como la noche
y el
pensamiento manchado de pútridos excrementos,
has arrojado
hastiado un reproche,
con tu
aliento cansado, como un cruel escarmiento;
quieres la
sangre de quien antes amabas;
quieres su
muerte… cien veces… mil…
porque entre
el amor y el odio solo hay un hilo vil,
que los ata
y confunde… que los lleva a su fin…
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