domingo, 21 de junio de 2020

SIN MÁS...

Hay días de esos en los que la desazón arde desde el esternón a la garganta... Esos días en los que estarte quieto en un sitio, sea sentado o tumbado, es como poner el culo encima de una parrilla ardiendo. No puedes parar, apalancarte un rato es pensar en lo peor, porque el pecho te estalla, o respiras como un perro. Así que te levantas y das vueltas como un oso en una jaula.

Esos días siempre son por algo. Lo inminente te ronda. Quizás acabas tus vacaciones y empiezas al otro el trabajo; o te dejó alguien en quien pusiste perspectiva; o te traicionó un amigo, o cambió el tiempo a tormenta; o llegó la primavera o el otoño...

O yo no sé qué coño pasa a veces esos días.

Lo que sí sé, es que Murphy era clarividente, y acertó con sus leyes pesimistas de mierda. Porque la tostada untada en Nocilla, si se cae al suelo, repescará en el chocolate untuoso todas las pelusas del suelo.

Leyes inmutables de la puta física.

Esos aciagos días siempre tienen hechos que coinciden. Uno de ellos, el que mas molesta, es la necesidad de que te recuerden.

En principio, egocéntrico e idiota, piensas: ¿cómo no van a estar pendientes? son mi familia, mis amigos, mis compañeros... mis enemigos... Así, encabezonado, esperas llamadas, como si te orbitasen los satélites de la amistad o el cariño familiar.

Así de pobrecito te sientes. Y así de importante.

Vista la espera sin resultados, y que el lazo de la ansiedad aprieta, te tomas unos diazepanes. No recuerdas la dosis ideal, así que cuatro.

¡No llaman coño...! Al final llamas tú, a Torcuato, a Mentecato, a Purita, al primo del pueblo, al tío del seguro... Y aquí llega la magia de Murphy: ninguno está presente, o todos comunican. Es entonces cuando caes en la cuenta que no eres el ombligo de ningún mundo, ni de este, ni del onírico, ni del de Yupi... Eres un mindundi con el ansia al cuello rozando el pánico, y estás haciendo aspavientos con las manos para llamar la atención y nadie te mira. Ni mucho menos, tienen preparada la oreja y el Kleenex, para escucharte y sonarte los mocos.

Y es que ni parientes, mi amigos, ni conocidos, son un servicio de 24 horas.

Coges el smartphone con nerviosismo, lo pringas con la mano sudada, y te acuerdas de tus 300 espartanos de Facebook, esos fieles amigos que están ahí cuando te necesitan, así que vas a ver, porque hoy los necesitas tú a ellos. Pero manda huevos. Hay luces verdes, y avatares muy monos, pero los jodidos, se esconden como los suricatos en su agujero informático, se ponen en invisible y desaparecen; o el verde solo indica que comentan o conversan, pero no a ti, no contigo...

Hoy mi amigo, que andas jodido y desanimado, les importas un pito, porque la vida y sus gentes marchan a su ritmo, y hoy tú vas descompasado...

Al final todo es sencillo: meas, cagas, comes y los diazepanes, aunque lentos, hacen el resto: te preparan una siesta que durará hasta el día siguiente, que es cuando sucede inevitable el evento que te espera y desespera. Y siempre se aprende de todo esto...

A tí también te necesitarán un día, y no estarás dispuesto...

jueves, 18 de junio de 2020

El gato de Schrödinger



Gracias a la caja tonta, y a una simpática serie de físicos neuróticos y sexualmente revolucionados, ya hasta el Tato conoce, al menos por encima, esa teoría del gato de la caja cerrada y el gas venenoso. A grosso modo, el tío Schrödinger, abierto a hacerse pajas mentales, nos explica con lo del gato que los electrones tienen la facultad  de estar en dos sitios distintos al mismo tiempo. Esto se denomina superposición de los estados, y es posible siempre que no se intervenga como observador, Es decir, en el caso del gato, el animal estará vivo y muerto siempre que no abramos la caja y miremos. De estas mismas fuentes se nutren también teorías como: el principio de incertidumbre o la teoría de la relatividad… Todo así como muy “parece pero no es…”

¿Y qué hace un gañán  dado a la metáfora, el escepticismo, y a la crítica negra como la pez, hablando de física? Pues oye, que me venía al pelo el gato este para largar una idea sobre la escritura poética.

Veréis, es muy claro y común que tanto poetas como poetisas, muy dados al desequilibrio emocional,  le hagan odas al amor, a sus musas y musos, al platonismo y sus metas inalcanzables, y como no, al sexo, que será solitario o no dependiendo de lo afortunado del poeta o la poetisa.

¿Aun no se ve el gato por aquí, verdad?

Ciñámonos al poeta; al de las musas inalcanzables y sexo onanista. Este personaje sensible, fantasioso, dado a veces a la paranoia y a creerse romances figurados es nuestro gato. Imaginémoslo ahí, en su caja solitaria, escribiendo sonetos de amor cristalino como diamante; arrancándose emociones de dentro y llorándolas en el papel escrito, o empapando el teclado con la sangre de sus venas, ya que andamos en tiempos informáticos y ICOS. Todo con mucho sentimiento, perdiendo a veces el sueño porque le inspira una ninfa de esas de miel que no está hecha para boca de asno, pero que el gato, en estado constante de celo, tiene en su catalogo de amores imposibles.

Sí, ahí está el pobre, dejando sus vísceras y su alma en sus poemas. Claro, como buen creativo, necesita, si no besos, una palmada en la chepa. Como esto no parece posible, por falta de habilidades sociales gatunas, se conforma con los comentarios y gratitudes de gente enmascarada bajo pseudónimos y avatares, o revestida con fotos sonrientes, y que empatizan con el sonido de su melancólica  flauta.

Siempre hay quien entra a leer sus llantinas.

Algunas de sus lectoras se ven allí, en sus letras, y ven al gato cariñoso, artista, destilando en sus versos pasión y verdades que se clavan como alfileres… ¿Cómo no sintonizar lo romántico, lo agridulce de ver la vida en musicales versos?... Así el gato poeta, imaginado por sus lectoras, de entre las cuales alguna también es musa, entra en dos estados al mismo tiempo… como los electrones; porque mientras escribe es un ser etéreo, idealizado, con una cara y un cuerpo vacios donde cada lectora puede poner el aspecto que le plazca, como a aquellos muñequitos de papel recortable que vestían las niñas hace tiempo. Es a la vez príncipe de cuento, aventurero, galán, seductor… y a la vez el otro… el que muestra una ajada carcasa a la realidad del mundo; alguien a quien posiblemente, ni lectoras, ni mucho menos musas, admirarían, ni sentirían por él  enamoramiento alguno…

No abramos la caja. Dejemos al gato vivo y muerto al mismo tiempo.



 


A la memoria de Skinny… una gata, que no gato, que se largó de mi vera dejándome una cortina desgarrada y el alma, Ahora, como el del experimento, ella está viva y muerta al mismo tiempo…


sábado, 13 de junio de 2020

CAVERNA


¿Cómo abandonar la caverna,
cuando nada de lo que te espera fuera,
es deseable?

Acabados los misterios
que en la adolescencia 
mojaban sábanas e influían sueños,
degustas el poso del recuerdo,
descubriendo que no sabe a nada.

Hay constancia de que un castillo en el aire
es arquitectónicamente imposible…

He muerto varias veces en mis edades.
Y esto que queda en pie
no es más que una sombra.

¿Cómo desear la luz, el aire,
las estrellas…
sabiéndose envuelto en ello
siempre solo?

No hay nadie que yo quiera
que me necesite.
Y los que me necesitan
soy yo quien no les quiere.

Esos que me demandan
no tendrían ni un plato en mi mesa.
Son solo forzosas circunstancias…
La argamasa que cohesiona
unas teatrales alianzas.

¿Cómo volver cada día a esa batalla,
donde sabes de antemano
que la guerra está perdida?

Tú, que tanto te anhelo,
nunca me abrirás tu puerta.
Me usas como paño
para enjugar tus miedos,
y luego, desahogada te alejas.

Sin más…

como el pájaro arisco,
que después de picotear
el alpiste de mi mano,
vuela a la rama más alta,
donde sabe que lo veo
pero nunca lo alcanzo.

Es un juego cruel
que nunca sé por qué perpetúo,
sabedor de que mi huida
es una puerta que está abierta.

Quizás mi mal sea regocijarme
placentero en la pena…
Y si es así, y no equivoco,
esa idea reptante en mi cabeza…

¿Cómo abandonaré la humedad estigia
que conforma mi caverna?