sábado, 13 de junio de 2020

CAVERNA


¿Cómo abandonar la caverna,
cuando nada de lo que te espera fuera,
es deseable?

Acabados los misterios
que en la adolescencia 
mojaban sábanas e influían sueños,
degustas el poso del recuerdo,
descubriendo que no sabe a nada.

Hay constancia de que un castillo en el aire
es arquitectónicamente imposible…

He muerto varias veces en mis edades.
Y esto que queda en pie
no es más que una sombra.

¿Cómo desear la luz, el aire,
las estrellas…
sabiéndose envuelto en ello
siempre solo?

No hay nadie que yo quiera
que me necesite.
Y los que me necesitan
soy yo quien no les quiere.

Esos que me demandan
no tendrían ni un plato en mi mesa.
Son solo forzosas circunstancias…
La argamasa que cohesiona
unas teatrales alianzas.

¿Cómo volver cada día a esa batalla,
donde sabes de antemano
que la guerra está perdida?

Tú, que tanto te anhelo,
nunca me abrirás tu puerta.
Me usas como paño
para enjugar tus miedos,
y luego, desahogada te alejas.

Sin más…

como el pájaro arisco,
que después de picotear
el alpiste de mi mano,
vuela a la rama más alta,
donde sabe que lo veo
pero nunca lo alcanzo.

Es un juego cruel
que nunca sé por qué perpetúo,
sabedor de que mi huida
es una puerta que está abierta.

Quizás mi mal sea regocijarme
placentero en la pena…
Y si es así, y no equivoco,
esa idea reptante en mi cabeza…

¿Cómo abandonaré la humedad estigia
que conforma mi caverna?


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