martes, 18 de agosto de 2020

HACIENDO MEMORIA...

 

¡¡CÓMO MOLA HACER EL TONTO OIGA!!


En fin... un poco de historia para los que no se enteran…

Sin comerlo ni beberlo, y por ser un tío penoso, depresivo e inadaptado a esta bonita sociedad tan chuli (también por aburrimiento, y haberme quedado más solo que la una), hace ya unos años, no precisaré, porque preciso no soy, abrí un blog de aspecto cutre, sin mucha idea de lo que iba a hacer en él. Como estaba con un bajón del siete y de nano aprobaba en redacción y en una miaja en ortografía, me dije: ¡coño!... voy a soltar mis mierdas de pena y llanto. Así que puse un truño de texto catastrofista “de cuyo nombre no quiero acordarme”, y allí lo deje: flotando en la rue de Internete, esperando que algún despistado lo pisase y pensara: ¡Qué suerte!... y no: ¡Qué asco!

El caso es que para mi sorpresa, me encontré al cabo de unos días un comentario femenino que decía una frase que empieza a ser famosa: …me siento identificada. Ante a aquel hallazgo contemplé la posibilidad de una operación de cambio de sexo, por no defraudar a mi única fan, y que siguiera siguiéndose identificada; pero preferí quedarme como soy de feo, porque los quirófanos me dan pánico, terror y cagaleras.

Bueno, en vista del triunfo seguí subiendo cosillas al blog. Como soy mediterráneo, y me gustan las gambas, lo llamé a aquello: El Mar de las Almas Perdidas… algo entre poético, patético, ético y mil “ticos” más… La cosa fue bien unos años, incluso hice un circulo de escritorzuelos y escritorcillas, que nos dábamos jabón unos a otros. Allí ya tontee con los seudónimos y personajes inventados; para poder decir palabrotas y lo que me viniera en gana, parí a un tipo llamado León, que era como Mr Hyde, inmoral, zafio, y desinhibido. Él me permitía ser quien no soy. Pero la cosa terminó un triste día (música de violines). Como soy así de raro, cuervo y sentío, aquello lo cerré y huí, que es lo que suelo hacer cuando la paranoia me susurra: aquí no te quieren.

La putada, es que aquello de escribir y publicar me había gustado más que rascarse una urticaria.

Como maté al tal León, solo quedaron mi yo dibujante, el tal Lázaro, y el penoso que conocéis como Antonio, ese ser real que mando a trabajar y a hacer todo lo que es una mierda en la vida. Ante tal vacío, y con el gusanillo de escribir de forma exhibicionista dándome patadas  en el corazón, me sentí de nuevo huérfano en el espacio creativo, así que me dije: ¡coño!... voy a soltar mis mierdas de pena y llanto… en otro blog. Aquel día nació mi “buscador de islas”, el naufrago existencial Norman Castaway, que se fue a una ISLA DE NADIE, para estar solo, sin comentarios, ni blogueros afines que echar de menos.

Y esa es toda la historia… hasta estos días. Tengo algún personaje más, por ahí perdido en mundos virtuales, como un hombre lobo que en honor a Frank Herbert llamé Moabdib, y que saco de noche a aullar a la luna de un mundo insomne e irreal, donde incluso tiene una musa y amiga, que le suaviza las tristezas.

Cada uno de ellos son yo; desafortunadamente, yo no puedo ser ellos, solo parecerlo.

Hoy estoy desnudando algo que llevaba tiempo guardando por sentirme herido... pero, qué cojones, como dice Fito: …no tengo nada para impresionar… y cada vez me importa menos hacerlo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario