Un poema es el júbilo,
la apreciación devota,
el enamoramiento de lo tal vez inalcanzable,
que, con palabras, pinta un poeta.
Un poema es el grito,
la angustia y el vómito,
la desesperanza que se desahoga en una cuartilla,
el sollozo de una herida interna.
Un poema es la muerte del día,
el nacimiento de la noche,
aullidos a una Luna de locos idealistas y bobos,
que sueñan que viven, y viven soñando.
Un poema es la tristeza,
el viento que ulula
y la extrañeza del que enfermó su mente frágil,
por vivir sin armadura entre decepciones.
Un poema es la lucha,
la reivindicación revolucionaria,
la consigna de aquel que cree en mundos mejores,
y espera algún futuro donde por fin sean…
Un poema tiene nombre…
a veces de mujer, a veces de hombre…
Es amor a unos hijos, a un padre o una madre.
A veces es latido, país, pueblo, hogar, lugar…
Añoranza del que quiso, quiere o querrá.
Morriña del que se alejó de lo conocido.
Un poema es un ser no nacido,
con sangre y vísceras, gestándose.
Lo que nace de allí donde confluyen y se aparean
la emoción y la lógica,
abandonadas al sexo de lo creativo.
Un poema eres tú,
si lo lees y lloras… o ríes,
si ves la luz o la sombra de lo que, en él, hay escrito.
Un poema tiene sentido y propósito
para todo aquel que lo merece;
aquel que, abierto a lo que ante sus ojos,
como un volcán o un rosal,
de fuego o primavera, florecen,
no siente vergüenza porque tiemblan sus labios;
o porque por su mejilla llueve la lágrima
del que ha comprendido…
Un poema es…
o no es…
Así de sencillo.
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