lunes, 7 de diciembre de 2015

QUINCE DEL ONCE DEL QUINCE

IMAGINANDO ULTIMOS ADIOSES
(Una despedida que nunca existió)


Él no quería verlo morir; no porque lo amara, aunque tampoco lo odiaba, simplemente no quería verlo morir... Puede que fuera cobardía, o irresponsabilidad; no querer beber un trago malo; auto engañarse... Puede que no quisiera ver la realidad de la muerte como antagonista de la vida.
Él no quería estar sólo en el último viaje. Pensaba que quizás el cariño ajeno lo rescataría de la muerte. Un cariño que nunca entendió que había que sembrar y regar todos los días, y que ahora, justo ya al borde del abismo, demandaba egoísta.
Él no quería estar allí en sus últimas horas. No se sentía deudor ni tampoco acreedor de nada. Era tan sencillo como que no quería estar allí. No quería sujetar manos, ni escuchar suplicas, ni perdones; no quería llantos, ni chantajes terminales; no quería mirar ojos extinguiéndose, ni besar frentes frías. No quería estar allí... No había sentimientos que fueran razones suficientes. Sólo huida... Sí, sólo huida.
La huida depresiva de los que no huyen....
Él quería aferrarse a la vida un último minuto, y que este fuese una jaula donde atrapar los mismos pájaros que por consanguinidad, siempre considero propiedades. Él quería ver miradas de angustia  por su marcha, miradas de amor y devoción... Tal vez miradas de culpa; miradas aceptando rendidas, sus razones; pues él siempre se supo poseedor de la razón. Él siempre se sintió el guía en un grupo de incompetentes incapaces  de ser nada en la vida sin sus consejos, por eso ahora agonizante, sentía removerse  sus tripas por tener que dejarlos así, tan vivos, descarriados y  sin la luz de sus directrices.
Él hacía muchos años que ya no veía delante a un ejemplo, sino a un cacique; a un maestro tóxico limitando y condicionando su futuro de adulto con sus estrechas enseñanzas, siempre tan cerradas a otras soluciones y formas de entender la vida. Sólo unos barrotes morales lo obligaban a estar presente; pero su corazón latía con ansia y su mente escapaba.
Él no quería estar allí.
Él quería que lo último que grabara su mirada turbia fuese su rostro, retenerlo en su retina y llevárselo allá donde vayan los moribundos. Tal vez se llevara así con él un pedazo de vida. Por su senil cerebro pasaban pensamientos voraces; en ellos, todos los suyos le acompañaban en el viaje de la muerte; en ellos, nadie quedaba tras su partida, y aquello era un alivio para un hombre posesivo. 
Ellos estaban allí, atrapados en un momento trágico; girando en un torbellino de emociones frías y calientes. Ninguno de los dos quería estar así: uno huyendo sin poder huir y el otro huyendo a la fuerza.
Ninguno quería estar allí...
Él apretó  con sus últimas energías su mano, mientras se le  consumía el aliento y se le aflojaba la vejiga; mientras todos los sonidos llegaban como ecos de una cueva y una cortina borrosa  velaba sus ojos... 
Él se dejó apretar la mano y sin saber por qué, se sintió de repente capaz de mirar el rostro de la muerte.
Él vio sin ver el paso de la oscuridad a la luz y sintió la liberación del lastre que supone un cuerpo caduco. Se vio flotar como una pluma a través de un túnel, en el que va creciendo por acercamiento una única boca de luz blanca.
Una boca piadosa y amable para poner fin a una vida de errores....
Él sintió quebrarse el hielo de todo un pasado de silencios e ira sujetados con cadenas de moral e impotencia, cadenas de un vinculo miles de veces repudiado. 
Él ya no percibía más que la luz blanca y, a su oído disociado, llegaba de repente un leve sollozo.
Él apretó por fin la mano huesuda que ya no albergaba sangre, sólo invierno. Sintió caer las piedras de un muro levantado durante años. 
Él, bañado por la luz, escuchaba unas palabras que parecían llegar del otro extremo del mundo: "… un día te quise... te admiré y te quise mucho..."
Él derramaba unas lágrimas sedimentarias  que no habían querido brotar desde que se esfumo  la infancia; hacían daño al salir, de tan sólidas y viejas. 
Él se disolvió en la luz dejando como adiós una sonrisa.
Él soltó despacio la mano helada  y quieta, lacia como un filete crudo; miró una cara a la que parecía haber abandonado toda ansiedad. En su frente lívida  depositó un beso que por fin sintió franco e incorporándose, se alejó sin mirar atrás... Se fue con la sensación de haber perdido algo que ya no recordaba... Se fue con la sensación de haber recuperado algo que ya  no sentía...



QUINCE DEL ONCE DEL QUINCE


Ya casi no hablábamos de nada viejo; nuestro vínculo se estropeó con los años y ni tú supiste arreglarlo ni yo quise tampoco.
Siempre con caras largas, haciendo un melodrama de la vida. Tú cacique y yo revolucionario. A mil kilómetros uno del otro. Te cayó un rebelde sin causa en tu dictadura, viejo, y nunca supiste llegarle, con tu corto entender y tu visión estrecha de lo que es la familia.
Ahora te vas, a regañadientes. Tres semanas peleando empecinado, boqueando para atrapar un aire que ya no entraba bien en tus pulmones. Con los pies entre dos mundos: el del delirio y el de tu hacienda; esa donde has sido administrador receloso y avaro durante tanto tiempo.
Te miraba espantado y confuso el último día que pase contigo, prisionero de tus miasmas; aun abrías la boca para engullirlo todo: nunca faltaste a una comida, ni triste ni enfadado… Tampoco supiste lo que era el insomnio. Eras capaz de dormir encima de una piedra, con la boca abierta y las manos entrelazadas sobre la tripa, soñando vaya usted a saber qué carajo, porque recuerdo que a veces gemías. Ese día ya estabas jodido, y  yo, sin saberlo lo sabía. Abrías la boca, sí, pero no abrías los ojos. Y te ibas por el culo como los chorlitos. Aun al mover tu cuerpo de tonelada para limpiarte, te salía la mala hostia y blasfemabas, porque te sentías molesto al empujarte a un lado.
Es irónico todo. Y absurdo. Sí, porque fantasioso como soy, he escrito mucho sobre la muerte, esa puta desconocida de la que nadie vuelve para dar descripciones. He escrito, sí… incluso sobre tu muerte; un poco para sentirme aliviado de este drama en el que la espera de lo definitivo se me estaba haciendo condena. Un puto territorio sin cariño, solo deberes, moral, a veces asco… Esos textos que escribí imaginando despedidas, ahora se quedan cortos, estúpidos, blandos… Y es que la Parca dista mucho de ser poética. No al menos en presente, con el tacto frío y la peste. Con la cadaverina y la putrescina pintando boqueras.
Tú y yo no hablábamos ya, ¿para qué?… Y aun así, te veo ahora en la cama, ya laxo, con expresión descansada y lívida, rendido por fín después de estas semanas de lucha y abrazos a fantasmas de tu demencia agónica. Te veo, y sorprendido de mi mismo, lloro… Lloro como un imbécil que hubiese olvidado hacerlo y de repente una patada en los huevos le refrescase la memoria. Lloro como un rio de corriente brava, arrastrando toda la mierda de los recuerdos que tengo tuyos. Lloro y te reprocho, te digo que fuiste un viejo capullo; un viejo triste que se ha ido sin besos porque a menudo no los merecía. Te reprocho los chantajes, la desconfianza; esa cara agria y acusadora que siendo adolescente me ponías. Te reprocho los consejos a destiempo  y los que necesitaba y no me diste. Te reprocho que, en un instante de la infancia, dejaras  de ser ejemplo para ser decepción. Sí, ya sé que yo tampoco he sido el que tú quisiste; pero es que esto no funciona así… Lloro mientras sujeto tu mano deformada y encallecida. Una mano no apta para caricias. Está escurridiza como un pescado… Se desliza al abismo cuando abro la mía. Porque ya no estás. Puñetero viejo.
Estoy ahogado en contradicciones. Y aun creo que vas a abrir los ojos y a mirarme chantajista.
Cuanto te perdiste viejo. Cuanto nos perdimos… Yo quería un padre y tú un hijo, y los dos erramos en la tarea. Así es la vida, un cúmulo de errores. Gente cagándola desde sus castillos de hipocresía y estupidez. Como un pedo. 
Prepárate, que eres el protagonista. Porque ahora nos quedan los rituales, los profesionales de negro trabajando, las flores, la puta caja, el escaparate, la familia que vendrá a hacer sus paripés… De estar vivo ahí en medio harías tu teatro. Siempre fuiste buen actor con los parientes; solo tu mujer y tus hijos sabían de tu oculto tirano. Un tirano que nunca se dio cuenta que lo era porque, según su código, estaba haciendo lo correcto.
He de dejarte viejo, los buitres de negro vienen a por ti, y hay que rellenar el papeleo. No sé si estarás por ahí maldiciendo en el éter, son cosas de fantasmas que nadie ha demostrado, pero si dejas por un segundo de refunfuñar, te serenas y te fijas bien en mí, que estoy aun por aquí abajo caminando, veras en mis ojos, amargos y confusos, que un poco sí te quería… a pesar de todo…

martes, 13 de octubre de 2015

SABER SIN ENTENDER



Se sabía rendido, sin arraigo…
No podía evitar un sentimiento ficticio,
un sabor artificial, un vinculo falso.
Se sabía prisionero, sin voluntad…
El plano discurrir de los días
era una agonía contradictoria,
pues el tiempo pasaba veloz y tardo,
y la elección de desvíos, de alternativas,
se había convertido en tarea confusa,
un caminar por túneles sin salida.
Se sabía vacío, sin alma…
Manifestar rasgos de alegría
era actuar en una función repetida,
ser un comediante mediocre y manido
al que ya no estremece el teatro
ni la hipócrita función de estar vivo.
Se sabía absurdo, incomprendido…
poseedor de miles de ideas incongruentes
sin aplicación práctica, ni calidad admirable.
Un artista gandul, especializado en el desatino;
profesional de lo inoportuno o lo inútil.
Un aprendiz voraz pero turbado,
interesado en miles de ciencias sin destino.
Un maestro de nada sin colegas ni discípulos.
Se sabía enfermo, trastornado…
lo gritaba su cuerpo mudo en cada movimiento;
lo evidenciaba la sangre retenida
formando tarquín en sus miembros dormidos.
Se sabía viejo y cansado…
Una rama seca abandonada por la savia.
Una visión borrosa y carente de colores.
Un pensamiento recurrente de muerte,
una falta de fuerza, una desconfianza en la suerte.
Se sabía a veces muerto…
Era un asalto repentino y sin motivo.
Una bajada a los infiernos inmóviles,
el abismo de la nada, el hielo, lo impasible.
Sin embargo, nunca sabía el pretexto:
el por qué de su aferrarse a la existencia;
el por qué de inventar letanías para sí mismo.
Sabía de sus propias estafas,
sabía de sus cuentos chinos.
Sabía que engañarse no le curaba.
Sabía, que al menos le mantenía vivo.
Sabía… que no entendía nada.

martes, 3 de marzo de 2015

OGRO BULÍMICO



Inducen a error tus rosadas mejillas, 
pues una pena insalubre ocultan. 
Vástago de ogro, engulles sin medida 
para paliar tu tristeza y abandono, 
como si la felicidad se hallase ahí,
unida a todo cuanto masticas. 
El corazón has envuelto en grasa 
intentando protegerlo de dolores.
Agasajándolo con múltiples sabores 
le haces olvidar que fuerte lata. 
Confundes tu carencia espiritual 
con rugidos y hambre que se desatan, 
y, tu estomago, se vuelve  fosa común 
de ácidos, gases y miasmas  varias, 
que deshacen tu humanidad  fútil, 
engañando con hartazgo la esperanza. 
No te importan ya juicios de otros, 
ni a quien tu presencia enamore 
o distancie más allá de tus ojos. 
Eres mezcla de sordera en entre pan, 
que  no escucha consejos  saludables, 
y has convertido en suicidio lento 
lo que antes era placer y alimento. 
Vas a comerte la aprensión por todo 
lo sufrido y lo desengañado de antes; 
hasta que, por fin, se quiebre silencioso 
tu maltrecho y reumático esqueleto,
aplastado por el peso del desastre.

domingo, 1 de febrero de 2015

MUERTE A LA RIMA



El poeta moderno mató a la rima.
Prometeo robó el son a las canciones.
¿Para qué molestarse en recitar oraciones
por un existir vacío y que da grima?
La poesía está viva, no la anclemos.
La poesía arriba y declina, no recemos.
No enterremos en métricas arcaicas
o en metáforas relamidas.
No quememos el mensaje efebo
en consonancias consabidas.
No declamemos lloviznas, si no truenos.
No recitemos romanzas, si no sexo.
Seamos libres para retorcer el verso.
Volemos sin alas por el universo.
Bajemos del pedestal pétreo el soneto.
Hagamos rey lo disonante y escueto.
Inventemos un nuevo lenguaje,
que no esté ceñido a reglas
ni lo cense estricto espionaje.
¡Por una poesía liberada y asequible!
Y si rimamos, que sea en un rap imposible.
¡Maldita sea, yo no puedo...!
Sigo atado a la puñetera rima
y a mis raídos recuerdos.
No puedo liberarme de este metraje;
todo ha de tener sonido cuerdo.
¡No sé soltarme a lo atrevido y salvaje!
Me he convertido en australopiteco,
amarrado a la prehistoria literaria,
a los diez cañones por banda y su eco.
Yo quiero ser maldito y bohemio.
¡Emborracharme con Bukowski...!
No ser perdedor perdido y abstemio.
Yo quiero actualizar mis versos rancios
a la versión uno dos tres punto cero.
Firmar la paz con el teclado plástico.
Jugar con un ratón, no con Cancerbero.
¡Maldita sea la rima que me anquilosa!
¡Quiero que mi poesía sea sutil y graciosa!
Quiero y no puedo… ¡hostia, maldita sea!
¡Maldito Platero y tú y su boca de fresa!
El poeta moderno mató a la rima...
Y me ha matado a mí...
Pasando sin mirarme, y por encima.



miércoles, 21 de enero de 2015

JUNTO A TU PIEL



Ahora que estoy tumbado junto a tu piel,
puedo sentir la maravilla de estar vivo.
Ahora que el perfume dulzón de tu miel,
se mezcla con el sudor del roce íntimo...
es cuando estallan las estrellas,
por el afán de fuego de la carne;
por lo tanto entregado y recibido.

A tu lado es fácil ascender o descender;
en este instante, otro instante no concibo.
Ahora voy y me permito el lujo de querer.
Soñar que soy mejor, aquí, en tu ombligo.
Y olvidarme del todo de querellas
porque aplacas la ira de la sangre;
sucia, por todo lo dado por perdido.

Ahora, protegido en lo sinuoso de tu piel,
el fin del mundo me parece solo un timo.
Ahora que para ti, no soy un mero aquel...
tal vez sería capaz de envejecer contigo. 

miércoles, 14 de enero de 2015

CRONICAS DEL MUNDO AL REVES III



VOTA, VOTA, MI PELOTA



Era época de elecciones...

En Hispalista ya hacía tiempo que se había instaurado la democracia, aun permaneciendo, con cierta hegemonía diplomática, una monarquía; con su rey, su reina, alfiles enchufados, torres palaciegas, caballos… y peones pelotilleros.

Cada cuatro años, como rezan parámetros democráticos y constituciones varias, se convocaba un referéndum, se organizaban los colegios electorales y se preparaban las papeletas con las candidaturas.
Aquel año en concreto, corrían nuevos aires por el país; aires de frescura y honradez política, e incluso se rumoreaban cambios y nuevos rumbos hacia la esperanza y la igualdad social. Hispalista parecía casi ser eso: lista.

Las campañas electorales hablaban en sus propagandas de eliminación de la corrupción, soluciones para el paro, trabajo digno para todos y pobreza cero. Así que llegada la fecha señalada, los políticos salieron a la calle, con sus coches negros y sus trajes caros, con sus señoras florero de la mano. También salieron los altos gerifaltes del capitalismo y sus acólitos: Banqueros, empresarios de diversos pelajes, altos directivos egoístas y lameculos. A ellos se fueron sumando otros representantes de importantes estamentos: Clero pedófilo, policía vendida, cargos militares arcaicos... y, cómo no, nobles residuales. Incluso también salió a votar algún representante de mafias extranjeras con “legalizada” nacionalidad hispalistense. Todos, convencidos y decididos, en total harmonía, fueron llenando los locales designados en ese día decisivo en el que se decidía, válgame la redundancia, el orden que tomaría el país.

Las papeletas de colores llenaron las urnas sin dilación. No había muchas a elegir, solo dos. Y a eso de las tres de la tarde, ya no quedaba nadie por ejercer su derecho a voto. Los votantes no eran muchos comparados con los millones de candidatos  a elegir, condensados en aquellas dos papeletas: La roja y la marrón...

De nuevo se hacía historia... O debería decir: de nuevo se repetía la historia…

Por la noche, acabado el escrutinio de votos, en los medios de comunicación “habituales”, se fueron dando los resultados de las elecciones de Hispalista; país demócrata como no lo había en toda la Comunidad Euromierdera. En el referéndum para elegir el pueblo que iba a ser gobernado, ganaba por inmensa mayoría la papeleta marrón, la del el PSIA (Población Sumisa, Ignorante y Aborregada), frente a un triste cinco por ciento de su contrario: el PEIC (Población Excesivamente Inteligente y Crítica).
Al día siguiente los votantes celebraban felices el resultado... Y de forma inmediata, hacían el pedido de toneladas de vaselina con sus tarjetas opacas.

Moralejalita: Un pueblo unido, orgulloso y alerta... Siempre puede cambiar su destino…

¡Cambiémoslo cojones!