miércoles, 31 de diciembre de 2014

DE NUEVO, NADA...




Un año acaba, por fIn, y las gentes que han sufrido
los días rancios de incertidumbre de su panza,
recuperan, la última noche, un poquito de confianza,
pidiendo deseos a dorados cometas vagabundos.

Escribiéndole  a reyes de mentira con camellos,
colgando calcetines bermellones  en ventanas ,
piden, que el parto de Nochevieja no salga rana;
que traiga suerte, el viejo payaso gordo y barbudo.

En sus deseos, desean, que de nuevo impere Jauja;
que  regrese aquella vida hedonista de consumo;
suplican que su estatus, disipado como el humo,
vuelva , y llene sus modernas neveras de viandas.

Que  regresen los niños  a dar clase en Disneylandia;
que se apunten por la tarde a  la danza o a hacer judo;
que de mayores no peguen chapa en el futuro;
que no padezcan nunca,  por la falta de abundancia.

Las gentes piden más, si cabe, al próximo año nuevo;
piden que cerdos corruptos ardan en las hogueras;
que los probos bomberos se queden sin mangueras
y que no haya salvación, para sus opulentos culos.

La noche del año que termina, el pueblo caerá ebrio,
atragantando de uvas prohibitivas su garganta,
cruzando dedos, mientras cuentan doce las campanas
y apretando el ojete, porque el país está muy  serio.

Esa noche última y febril habrá una  amnesia colectiva,
a la masa se le da bien dejar problemas para mañana.
Si Dios existe, no nos dejará  impertérrito en la estacada;
somos sus fieles crédulos,  su prole prodiga y afectiva. 

El año nuevo, las mentes importantes pondrán medios;
o nos liberará presto un salvador hippie y revolucionario,
o tal vez los de la pasta, se apiaden repartiendo el dinerario,
porque la plebe ha sido mansa, en estadístico promedio.

El año que viene no habrá más agujeros en los cinturones;
podremos arremangarnos de nuevo en bares y salones;
los chavales jóvenes festejaran el porvenir con botellones,
y los habanos, no serán exclusivos de podridos señorones.

El año que viene ya no habrá patadas en los cojones;
el año que viene, los policías pegaran con piruletas;
el año que viene la leche manara abundante de la teta,
y todos, en general, seremos dichosos, como  tiernas flores.

La inmigración tendrá billete premium  de ida y vuelta;
los marginales mercedes junto a sus chabolas de mierda;
no esparcirán ideología los intelectuales  desde la trena.
El próximo año será la hostia en papel de colores envuelta.

Así de larga y todavía más, tiene el pueblo la ultranza,
puestos a pedir al año nuevo, quien no llora no mama.
Preparemos sabanas de satén al dos mil quince nena,
que el ménage á trois con él, mon amour, será una chanza.

Salgamos la noche vieja  con bragas escuetas coloradas,
llenemos nuestros bolsillos de confeti y de condones;
montemos el pura sangre  del desenfreno sin temores…
El próximo año, la orgia de recuperación está asegurada.

Un año se va y otro llega, y las gentes dudan, padeciendo,
ven como los días rancios de incertidumbre ya  se largan.
No perdamos lo único que nos queda: la  esperanza…
pero estemos firmes, con puños en alto, defendiendo.

Un año acaba por fin y las gentes que han sufrido
los días insalubres  del  derrumbe  de sus casas,
rescatan, la última noche, una tregua de las brasas.
Pero señoras  y señores, luchemos…  por lo perdido.

jueves, 25 de diciembre de 2014

NAVIDAD, NAVIDAD…



Navidad, Navidad...

El consabido villancico resuena en mis pensamientos adormilados tras la insidiosa alarma de las ocho... El móvil siempre peligra cuando me saca de la huida del sueño.

Si, hoy es Navidad; pero ello no representa nada diferente para con otro día de fiesta cualquiera. Hoy me levantan obligaciones que no puedo eludir y, de no haberme tocado cumplir, no habría nada que me motivara lo suficiente como para levantarme de la cama. El ansia y el hambre tal vez... o las ganas de mear. Meros mecanismos fisiológicos.

Me visto, cago, y me lavo la cara. Pura inercia. Deposito un beso en una mejilla que aun quiero y me recuerda que un día fui niño, y salgo a la calle como un montón de carne vomitada a la fuerza.

Hace frío... un frío del carajo. Un frío que casi resulta agradecido, en este invierno extraño de calores imprevistos y humedad pegajosa. Me duelen las manos. Incluso me satisface ese dolor: me recuerda que aun vivo.

Veo un tipo mayor paseando su perrito cursi y legañoso. El animalito me resulta patético, con esos ojillos ansiosos y un lacito rojo en la cabeza; tiene frío a pesar de su chaquetilla ridícula y va levantando la patita de alambre en cada árbol que olisquea. Los perros no entienden de festividades humanas, no perdonan su salida “defecatoria” y les importa un pito si es el cumpleaños del Niño Jesús.

El viejo coche achacoso está lleno de rocío. La llave se encasquilla al abrir. Es una secuela de cuando un hijoputa desconocido, forzó la puerta no sé con qué mierda de intención. “Esto no es un Porsche...”, pienso.

Voy a llegar en diez minutos, así que no pongo la calefacción. Circulo por la carreterita que saca del pueblo. Al mirar por el cristal, a la izquierda, veo en el arcén una urraca picoteando la carne de un gato atropellado. “No hay pavo, ni gambas, para ti, amiga... como para muchos paisanos este año…”. La escena me resulta algo surrealista. Antes no había urracas por aquí. La hambruna de la escasez en el monte, supongo.

Al dejar la rotonda de la gasolinera hay algunas viejas naves y empresas dispersas. Por la carretera cruza un perro lobo de color crema. El animal hace cara de pasar penuria. No lleva collar y la roña que jaspea su pelaje, indica claramente que va sin Dios ni amo. Aun así su aspecto es hermoso, en contraste con la soledad del lugar y lo gris del día.“Pronto te pillará la Gestapo municipal”. “Deberían llevarse también al malnacido que te tiró al arroyo".

Me meto en la zona industrial. Es un exiguo polígono donde solo hay empresas pequeñas, pertenecientes a patronos, que pensaron que los grandes de la industria eran sus amigos, y que a todos se les haría el culo gordo por igual con el invento de la crisis y las reformas laborales. Sin embargo, cada vez que paso por aquí veo alguna nave demolida o cerrada, y el pequeño polígono va asemejándose a una de esas ciudades corroída por las bombas de la guerra. Pero lo de las bombas es solo una metáfora: aquí lo que destruye es la competencia feroz de las enormes empresas de servicios y las monstruosas multinacionales, que devoran todo a su paso sin contemplación, y que ansían volver al látigo y al chusco de pan duro, como cuando se levantaban las pirámides en Egipto.

Al llegar a la altura de lo que antes era una fábrica de donuts, veo un hombre con una chaquetilla de lana escarbando entre los escombros del suelo. Busca chatarra imagino. “Feliz Navidad compañero”, le digo con los ojos.

Abandono el polígono y sus naves moribundas; me desvío hacia la huerta en peligro de extinción. Alivia algo ver terreno de cultivo. Tierra fértil que los especuladores dejan de lado por el afán del ladrillo y la tecnología. Como si en el futuro pudiésemos comer hormigón o Smartphones.

Ya estoy en el pueblo vecino. Por el paseo de la estación pasean más tipos con perro. Los chuchos mean y cagan, decorando de manchas negras el medio urbano: aceras, paredes, farolas, portales, arboles... No importa... Colgadas de farola a farola se ven las bonitas decoraciones navideñas. Una meada negra más o menos no resta ambiente.

Aparco el coche y el motor se para con unas toses." Que me dure un año más…", pido a los Reyes magos.

Ando por el vecindario donde murió mi infancia. Fincas de fachadas de ladrillo rojo de más de cincuenta años me señalan con el dedo criticándome. En los balcones salientes con barandilla de hierro, se ven algunos Papás Noeles.  No se sabe a ciencia cierta si entran  o si salen; o si el saco va lleno de regalos o del producto robado en las casas. El caso es que a mí se me antojan más suicidándose ante tan negro futuro. Sus cuerpos fofos de trapo recuerdan a los ahorcados de las películas del oeste.

También se ve algún confalón de color rojo decorando los barrotes de algún balcón, con un bonito rotulo que reza: “Hoy nace Jesucristo”, y la consiguiente imagen del susodicho en el pesebre. “Ahí vive uno con fe…”, me pasa por la cabeza, “… o un puto ingenuo”. Pero también pienso: “Sea fe o ingenuidad, que suerte tiene coño… cree en algo”.

Navidad, Navidad...

Persiste machacón el estribillo en mi cabeza. Ya he llegado a mi lugar de obligaciones. Y mientras giro la llave y abro la puerta del patio donde jugaba un niño que ya no existe, medito: “Demasiados augurios esta mañana...”

domingo, 21 de diciembre de 2014

TIC TAC...




Tic tac, tic tac...
Tiempo que acelera,
tiempo que se escapa.
Tic tac, tic tac...
Tiempo que pesa ,
duele y se dilata.

Tic tac, tic tac...
No sabes seguro
qué traen los segundos.
Tic tac, tic tac...
Futuros barruntas
sobre ayeres oscuros.

Tic tac, tic tac...
Tiempo que se invierte,
tiempo que se pierde.
Tic tac, tic tac...
Tiempo que disfrutas,
que olvidas, que sientes.

Tic tac, tic tac...
Momentos de risas,
charlas y cerveza.
Tic tac, tic tac...
Momentos de llanto
y  de dolor de cabeza. 
Tic tac, tic tac...
Tiempo que nos falta,
tiempo que nos queda.
Tic tac, tic tac...
Tiempo que es recuerdo,
tiempo que se hereda.

Tic tac, tic tac...
Compás de una vida
que pasa inadvertida .
Tic tac, tic tac...
Música celeste
o sonata de muerte.

Tic tac, tic tac...
Tiempo concedido,
rutinario, entretenido.
Tic tac, tic tac...
Tiempo indispensable,
tiempo relativo.

Tic tac, tic tac...
Tic tac, tic tac...
Tic tac, tic tac... 

sábado, 13 de diciembre de 2014

CRONICAS DEL MUNDO AL REVES II

LA MULTA



El coche tiene línea deportiva y su carrocería va pintada de un rojo tomate. Lleva algún detalle tuneado: un poquito de alerón, unas llamitas amarillas aerografiadas en las puertas, ruedas de dos palmos de anchas y llantas de aluminio... chorradillas así, de esas que " molan mazo" y dan categoría de “quema - ruedas” al dueño de la máquina. El caso es que a vista de pájaro y fijándose en el estilo de conducción, las evoluciones del tomate con ruedas dan claras muestras de que el piloto no es Niki Lauda. Mirando por la ventanilla ya se adivina el calado. El nene tendrá unos 20, rapadito el cogote sin haber hecho la mili, tupe estilo Espinete pringoso de gomina, rasgos mongoloides y expresión de esnifado crónico. Agarra el volante con una mano (a veces incluso lo suelta) y, con la otra, tira de marchas y habla por móvil con la churri a grito pelado, ya que el zumba - zumba de su radio cd mp3, con etapa de potencia y “megachupibafles”, no le deja otro remedio que aullar para comunicarse. De copiloto y atrás de paquetes, van unos coleguis canis de toda la vida. No viene al caso describirlos porque, visto el protagonista, vistos los secundarios...

El tomate de 98 octanos se marca unas eses; toma las curvas de la comarcal  C-25 Villapedo de arriba - Migorda de la sierra con bonitos derrapes; a intervalos, aminora porque los coleguis discuten o la churri del conductor se enfada y el fulano manda besitos por el móvil. También se oye de vez en cuando una rascada en la caja de cambios, y el tomate da saltitos como con hipo; a coro, de fondo envolvente, se escucha el zumba - zumba y unas risotadas pánfilas.

En la rotonda del kilometro 17, desvío a Berzapocha del arenal, el tomate a manos del diestro piloto se marca un trompo al ritmo de ¡oé-oé!... Luego, recuperada la compostura, vuelve a encaminarse hacia Migorda de la sierra.

Más adelante, tras un toro de Osborne, la benemérita esta dormitando la siesta. Al escuchar el zumba - zumba y comprobar el magnífico estilo de “A todo gas” del tomate, montan la sirena y salen escopeteados tras el “Vin Diesel” de turno.

¡Uau uau uau uau!... El coche de tráfico se coloca unos segundos junto al tomate, no para hacer una ensalada, sino para que la pareja indique con el dedo a los “mongolos” donde apartarse.

Los clones de “Forrest Gump” miran al unísono a los guripas y con cara de “qué coño pasa” se apartan en el arcén.

La conversación de los chicos en ese momento mágico, antes de que se acerque la pareja, es sublime:

— ¡Ya lamos cagao Ñoño!... ¡Eres tonto colega!
— ¡Estos joputas traen el talonario multas con jambre!
— ¡Callaros coño, que el menda controla huevo!

A todo esto, los guardias descienden del coche como a cámara lenta. Sus movimientos son estudiados, firmes... Son profesionales de la ley. Uno se para en el arcén junto al tomate, observa el diseño aerodinámico de la maquina y da algún golpecito con los nudillos a la chapa o una patadilla a las ruedas.

— Ñoño... El guripa le va a rayar la chapa al “Fantástico”.
— ¡Calla Mono!... Todos chito, que ya hablo yo…

El guardia civil de la libreta toca con la uña del índice la ventanilla izquierda, se agacha sonriente y por señas, pide al  Ñoño que baje el cristal.

— Buenos días... ¿Me permite la documentación del vehículo y el carnet?
— Si siñor...

Ñoño extiende los papeles al agente y sorbe un moco que le cuelga en ese momento.

— Veo que el vehículo no es suyo.
— No siñor... Es de mirmano, er Toli.
— Ah, muy bien... Veamos... No ha pasado la ITV, y el carnet de conducir lo lleva usted lleno de polvillo blanco y caducado.
— La TV es mirmano el que la pasa... El carnet es que lo uso p’arrejuntar la farlopa… Va dabuten. No sabía yo que el carnete sacía malo…
— Ya veo... Si, tiene una vigencia de diez años; despues hay que renovar... Por cierto, La foto tiene parecido, pero parece usted mas mayor — duda el guardia.
— Ese es mi viejo, questá'cho un pellejo... No se cuida ná.

Se escuchan unas risillas contenidas por los asientos de atrás.

El guardia civil mira a los niñatos con cara de paciencia infinita y devuelve la documentación al Ñoño.

— Bien... Perfecto... Verán... Estamos haciendo unos controles de alcoholemia por la zona... Chus, pásame el etilómetro—le pide el agente sonriente a su pareja—¿Tiene usted inconveniente en que hagamos la prueba?
— Güeno... Amos a cela.

El agente de tráfico entrega un aparato al conductor y explica.

— Este botón es el reset. Pone el dispositivo a cero y listo para el uso. Espere que prepare una boquilla desechable y empezamos.

El guardia saca un tubo blanco de plástico de una bolsita. Coloca la pieza cilíndrica en el aparato y demanda:

— Venga caballero… pulse el botón indicado... ¿Ya lo tiene?...
— Si siñor... Salen unos cericos en la pantalla.
— Perfecto... Ahora acerque la boquilla blanca a mi boca y no se mueva.

El Ñoño hace lo que se le pide y el civil sopla con fuerza por la boquilla desechable.

— Bien... Compruebe la lectura y dígame los dígitos.
— ¿Que compruebe lo qué de qué?
— Si... que mire los números de la pantalla y me indique la cifra...
— A vale... Los dejitos desos... Aquí pone un 0, un palico, un 7 y otro 0.
— Hummm... 0,70... Voy cargadito... Chus... me sale alto...— le dice el civil a su pareja.

Este último menea la cabeza entre negando y asintiendo, con un ojo cucado y la boca torcida.

— Bueno... Esto conlleva una sanción económica de quinientos euros y retirada de puntos en el carnet. Esperen aquí un momento.

Los pavos del tomate motorizado se quedan mirándose las jetas unos a otros.

A través del parabrisas da comienzo una representación de mímica entre los dos civiles. El del soplo se echa mano a la cartera y saca unos billetes ante la mirada seria de su pareja. El guardia cuenta los billetes y le dice algo al otro con cara de suplica. El otro civil arruga el morro y niega con la cabeza de forma firme. El del soplo pone carita llorosa primero y luego va sacando una sonrisilla dulce. Su pareja sigue arrugando el morro. Al final el del soplo, coge a su pareja por la barbilla con gesto cariñoso y le dice algo cómplice y secreto. El del morro arrugado va desarrugándolo y a regañadientes, se le va escapando la sonrisa. Por fin hace gesto de extraer la billetera para sacar lo que lleva en papel y unas monedillas sueltas del bolsillo derecho. El guardia del soplo coge la guita y le da unas palmadillas al otro en el hombro. Después vuelve acercarse a la ventanilla del tomate con amplia sonrisa. Allí le esperan el Ñoño y su vasca con la boca bien abierta.

— Bueno... la cosa está así: entre mi compañero y yo llevamos unos trescientos euros, aquí los tenéis, y no cubrimos la totalidad de la sanción... Yo ya me he quitado los 6 puntos correspondientes del carnet de conducir, así que solo queda que les extienda el resguardo de multa por la cantidad económica restante.

El civil saca la libretilla y escribe sus datos personales, más la fecha y la cuantía restante. En la casilla de observaciones añade que ya se ha efectuado la retirada de puntos y satisfecho trescientos euros en el lugar de los hechos.

—Tenga usted caballero... el resguardo. Tiene entre quince y veinte días para cobrar en la central la cantidad que falta.
— Vale siñor guardia… y no beba usté más ¿ein?

Dicho esto, los guardias se encaminan a su coche  y salen, dando la vuelta, de nuevo hacia la sombra del culo del toro.

Los coleguis del Ñoño miran a este, estupefactos.

— ¡Hostia julai! ¡Trescientos moniatos!
— ¡Si joé!... Amos a por papeo al Masdonal y aluego unas putas…

El Mono, que es el más curioso del selecto grupo, le pregunta al Ñoño:

— Tú… pare… ¿amos a ir pol resto la pasta a la central esa?

Y el Ñoño, por fin con cierto aire de inteligencia en el rostro, contesta al Mono:

— ¡Na mierda!…  Haramimo llamo por móvil a mirmano que tiene un amigo bogao, y que nos recule la murta…  ¡Guripas de los huevos!

lunes, 1 de diciembre de 2014

CRONICAS DEL MUNDO AL REVES I


CONFESION



El edificio es vetusto, de interior cavernoso. Al entrar hay una Harley Davidson aparcada entre la enorme puerta de madera tachonada y una pequeña pila de mármol amarillento llena de Bourbon. La humedad y las grietas en los muros evidencian la decrepitud y el abandono... Falta de fondos seguramente. El bailoteo de las llamas de las velas repartidas por todos lados, infunde vida a los grafitis de colores descarados que decoran las paredes laterales. Parecen una bacanal de demonios. Al fondo, algo más elevado del suelo, un presbiterio, con un ambón de resina sintética a la izquierda, según se le mira de frente, decorado con calaveras, y en el cual descansa una edición del Kamasutra. A modo de altar hay una mesa plegable con un hule raido serigrafiado de lenguas de Mick Jagger; sobre ella se hayan situados algunos avíos: un tetrabrik de Don Simón, un plato con un trozo de tortilla de patatas lleno de hormigas, un vaso volcado, que ebrio, ha vomitado calimocho sobre el hule y una botella de dos litros, media de Coca Cola. A la derecha, según se le mira de frente también, hay unas hamacas playeras con más agujeros que un queso gruyere, y encima de todo, en la pared frontal, según se le mira de frente, repito como un pimiento verde frito, un retablo de madera pintada en tonos chillones. En él hay dos figuras de material indefinido agarrándose en actitud lasciva: un Joey Ramone con cazadora negra, gafas oscuras y sus vaqueros impenitentes, y una Traci Lords vestida con atuendo de meretriz, sacando la lengua en búsqueda de boca ajena. Sobre todo el conjunto, una gran bóveda, tan sucia y oscura… que recuerda a un ano gigantesco.

Un hombre de unos cincuenta, enjuto, vestido totalmente de negro y con largos cabellos grises, se mueve arrastrando los pies de forma cansina por entre los bancos de madera rayados con frases chocarreras. Lleva las mangas remangadas hasta el codo y sus antebrazos venosos están cuajados de tatuajes. Un porro retorcido humea entre sus labios, haciéndole cucar un ojo; eso le confiere una expresión picarona. Parece buscar algo por entre los asientos carcomidos. De repente escupe la pava del porro, se agacha, y esnifa un ínfimo montoncito de polvo blanco que a alguien debió caérsele de algún bolsillo agujereado. El hombre de negro extiende una amplia sonrisa y pone los ojos en blanco en gesto beatifico. Casi se diría que un personaje del Greco se ha encarnado allí estirando el cuello; pero el tipo en cuestión tiene una jeta más bien macarra.  Doménikos Theotokópoulos no lo habría escogido como modelo.

Tambaleándose  un poco, el tipo seco de aspecto calavera se dirige a  un habitáculo de madera  policromada a juego con el decorado general, atraviesa la cortinilla que oculta la entrada, y se sienta en una silla de anea que hay en el interior. Enciende un pequeño flexo y abre las páginas de un antiguo libro lleno de salmos. En su mitad, el libro oculta una edición manoseada de Hustler, y el tipo seco comienza a ojearla con unas gafitas estilo John Lennon. Su huesuda mano derecha, se ha posado en la bragueta de su pantalón. Con cierto tembleque saca una polla arrugada, que gracias al manoseo y al poster de triple pagina  de Stoya, mostrando su sexo como un mejillón cocido, resucita hasta parecer algo vivo y enhiesto.

Justo cuando en la cara del hombre de negro, se dibuja un rictus parecido al  de los mártires del Románico, y su mano frenética está a punto de sacar humo a su miembro viril, resuena una voz en la entrada, llenando de eco la lóbrega bóveda del estrafalario santuario.

— ¿Hay alguien?... ien…ien...ien… Necesito confesión… ion…ion…ion…

 El tipo seco se incorpora como sacudido por una corriente eléctrica. Se le caen las gafitas redondas y se pilla el pellejo de la polla con la cremallera del pantalón. Mascullando improperios, cierra apresuradamente el viejo libro, se recoloca el pene de nuevo arrugado y dolorido en su sitio, y se sienta apagando la luz del flexo.

— (¡Mecagüen San Belial del culo roto!... un imbécil a confesar en martes…) ¡Aquí estoy, en el confesionario, seas quien seas!…

Un chaval con pinta de golfo, pelirrojo y lleno de pecas, se acerca dubitativo al habitáculo de madera donde nuestro hombre flaco permanece oculto.

— Ave María putísima — saluda el pollo.
— Con pecado concebida... Dime hijo mío, ¿qué te aflige?
— Verá padre, he sido demasiado bueno últimamente.
— Eso no está bien hijo mío. Cuéntame cabrón...
— ¡Cabrón lo será su señor padre!...
— Mi padre es Belcebú... Y ya se sabe lo cabrón que es... Venga, déjate de gilipolleces y suelta prenda — apremia al chaval el “sacerdote”
— Bueno, pues resulta que llevo seis meses sin chutarme... Y he resistido con dos cojones el mono.
— Caramba... Pues el jaco que no hayas de gastar, esta parroquia ya sabes que recibe bien cualquier limosna. Venga sigue. ¿Qué más?
— Pues... No sé si a raíz de no meterme, he dejado de robar a la vieja.... Y la he sacado de la calle, porque he encontrado un trabajo.
— Hummm... Eso va en contra del cuarto  manda - miento: Ultrajaras a tu padre y a tu madre... No es moco de pavo...
— Además llevo tiempo sin meter la polla en agujeros húmedos... Vamos... ni me la casco... Y he conocido a una buena chica... Creo que estoy dejando la droga por ella... ¡Creo que la amo padre!, y la respeto muchísimo... ¡Es virgen la hijaputa!...
— Hijo... — dice el “sacerdote” con solemnidad. – Te has descarriado del mal camino... el camino de nuestro señor de las moscas... Son muchos despropósitos juntos... Es muy grave lo que cuentas... No sé si salir del confesionario y partirte la cara a hostias o ponerte una penitencia... En fin... Optaré por lo segundo que hoy voy algo ciego y no tengo el cuerpo para broncas...
— Haga lo que tenga que hacer padre, pero interceda por mi ante El Caído, necesito el perdón.
— Esta bien... Te vas a flagelar el culo con una ristra de cardos... 40 minutos como mínimo.... Luego traerás el jaco al cepillo de esta iglesia... sin cortar, si no será sacrilegio. Darás unas hostias a tu vieja y a tu novia, y las pondrás a hacer la calle a ambas... Luego te harás pajas hasta que te sangre el capullo... — sentencia el hombre flaco enseñando levemente un colmillo.
— Joder padre... ¿No podría ser un poco más ligera la cosa?...
— ¿Qué dices hijo mío?... ¡Lo tuyo es de hoguera!... ¡Demasiado indulgente he sido!... Aunque... tal vez haya otro camino de penitencia.
— Dígame cual padre.
— ¿Dices que tu novia es virgen?...
— Si padre.
— ¡Bien, bien!... Pues serás redimido de tus faltas en el acto, si me la traes aquí bien untados de vaselina todos sus orificios... Y el jaco... ¿eh? Que no se te olvide…

El muchacho pelirrojo, arruga un poco la nariz concentrado en lo escuchado.

— ¿Sabe qué le digo padre?
— Habla sin temor hijo mío.
— ¡Que le den a usted por culo!...

El tipo de negro sale del confesionario hecho un basilisco. Va estirado todo lo que es él y por un agujero de la bragueta le asoma un poco de piel y unos retorcidos pelos. Parece un espantajo moviendo los brazos.

— ¡Vade retro ángel del cielo!... ¡Has de reventar de dicha en el paraíso de Jehová!... ¡Jamás bajaras al infierno junto al Dios de los canallas y perderás tu derecho a las barbacoas eternas, al Cardhu gratis y a las orgías infinitas!... ¡Vete de aquí que te rajo mamón!... ¡No me hagas perder mi tiempo!...

El chaval pone pies en polvorosa y deja al tipo de negro gesticulando embravecido.

Cuando de nuevo se hace la quietud en el templo y se calman los ánimos, el sacerdote calavera se mete de nuevo en el confesionario cerrando la cortinilla. Al cabo de un par de minutos se oye un aullido orgásmico y unos gruñidos. Unas gotas espesas y blanquecinas resbalan por la celosía de madera que cubre el ventanillo de confesión. Entonces se escucha la voz del tipo de negro, citar unas frases en latín:

— ¡PEDICABO EGO VOS ET IRRUMABO!*... ¡Qué bien me he quedado coño!

Y en respuesta a ello, milagrosamente se ilumina la bóveda del templo como por un relámpago; pero en vez de un trueno o la música de un órgano… se escucha potente un sonoro pedo.


Fuentes de inspiracion:



Banda sonora:


domingo, 30 de noviembre de 2014

DOS VEINTICINCOS


(Para M)


Azul madurez espléndida,
que es más, dos veinticincos, que un cincuenta;
que titila todavía el brillo jubiloso en tus pupilas;
no pierdas nunca la sabiduría del quererte,
porque es un don que de escasear, se muere el alma.
Azul plenitud que aun provocas que se enamoren los espejos,
aun vibran tus senos e insinúan tus caderas placeres inmorales.
Has de saber que agrietas corazones a tu paso
y que es más dulce que nunca la pulpa de tu esencia.
Más de un donjuán sueña con degustar tan refinado postre.
No sé si eres consciente de lo bien que te reviste el paso de los años.
Tal vez mejor que no lo sepas,
no sea que te tornes musa engreída o diosa de pedestales;
mejor que permanezcas ignorante de tu magnificencia
y seas reina alcanzable a los plebeyos que te admiran...
esos que se ahogan de pasión,
en las azules aguas de tus ojos serenos que tanto llevan visto...
Fuiste cobre dúctil y plata tintineante,
pero ha sido el alcanzar el oro lo mejor de tu historia.
Y yo, que peco mas de hierro herrumbroso y envejezco mal en la guerra,
me apeo hoy de mi huida por tu culpa...
para dedicarte estos sinceros versos...

lunes, 27 de octubre de 2014

VACIO



Vacío, solo eso...
En el momento más necesitado;
en el instante en el que dudas
entre la vida y lo eterno,
los que anhelas no llamaran, no dirán:
aquí tienes un hombro que es consuelo...
Los que si lo harían
ni siquiera deseas verlos.
Los repudias.
Los detestas.
Son moscas molestas.
Son vacío, solo eso...
Buscas atrezo:
un plato sucio y reseco
en el que no queda alimento,
solo festín para bacterias;
una botella vacía,
sin el alma de Baco.
En su vidrio solo un reflejo:
el de un tipo solitario.
Tal vez escenarios abiertos:
una carretera  en un desierto Industrial .
Solo polvo y humo…
Solo horizonte hacia el destierro.
En las horas más oscuras,
cuando dudas entre la cuchilla,
las píldoras o el bloc de notas,
siempre se cruza alguien en tu pensamiento;
a través de las brumas ves sus ojos inciertos.
Alguien que podría salvarte sin duda,
con solo poner sus labios en movimiento.
Pero no...
No hay nadie... no hay nada…
Solo vacío... Solo eso.


lunes, 20 de octubre de 2014

MALA FAMA



Solo el juicio de lo humano
le confiere un carácter cruel o piadoso,
triste o causa de alivio...
Sin embargo Ella,
es solo un suceso que acontece;
un tiempo que termina
para que otro tiempo continúe,
o para dar paso al principio de un tiempo nuevo.
Ella no es ni bueno ni malo,
sino una consecuencia, un contraste;
es el polo opuesto,
el otro peso que equilibra la balanza,
un músculo antagonista,
la otra cara de la moneda.
Ella es el descenso tras la subida.
Es la oscuridad que, por oposición,
define lo que es la luz.
Es de imbéciles colgarle maléficos sambenitos.
Ni siquiera dependen de ella
el momento ni la forma,
pues son otros, no tan mal afamados,
los que allanan su camino.
Se debería considerar mejor su honestidad,
ya que es lo único certero del destino.
Ella es la némesis necesaria,
la que cura la enfermedad de lo eterno;
Ella  saca la basura,
es la hija bastarda de los dioses.
Es  sentencia, punto final,
la que nos hace amar cada segundo
sin ser conscientes de ello…
Muchos son a los que coge por sorpresa…
quizás porque, estúpidos,
soñaban ser imperecederos.
Pero no hay alevosía en su oficio, solo fin...
y Ella sabe más que nadie
de la insignificancia de la existencia,
de lo vasto del infinito…
y de que incluso…
también mueren las estrellas...